El estrógeno, la hormona sexual femenina responsable para el desarrollo del endometrio, la ovulación, y así para la regulación del ciclo, tiene muchísimas funciones en el cuerpo humano. Más notablemente, aporta las características que diferencian el cuerpo femenino del masculino, como el crecimiento de los pechos, la anchura de la pelvis y el incremento en grasa corporal en ciertas zonas como los muslos y las caderas. Desarrolla el útero y lubrica la vagina para protegerse de infección. Aparte, contribuye a la suavidad de la piel, el brillo del pelo, los patrones de vello facial y corporal e incluso la simetría de la cara.
El estrógeno nos aporta tantas cosas y es fundamental para nuestra salud. Pero, como se suele decir- todo en moderación. El estrógeno en su medida saludable mantiene sana y regulada nuestro sistema reproductivo, pero el exceso de estrógeno es extremadamente peligroso. El exceso de estrógeno es la causa principal de trastornos serios como el endometriosis, la menorragia, la metrorragia, el sobrepeso y la hipoglicemia.
La sobreestrogenización ocurre cuando tenemos demasiado estrógeno en nuestro cuerpo.
Existe un factor genético, por supuesto. Hay personas que han sido expuestas a mayores niveles de hormonas mientras estaban en útero, y esto influye en las cantidades de hormonas que creen luego en la vida. También hay personas que por predisposición son más susceptibles a los efectos de la sobreestrogenización.
Personas con problemas del tiroides o el hipotálamo pueden como resultado tener dificultad regulando o estabilizando sus estrógenos. (O puede ser el revés- ¡niveles muy altos de estrógenos pueden causar problemas de las otras glándulas del sistema endocrino!) Bajos niveles de progesterona, por ejemplo en mujeres acercando a la menopausia, con anomalías endocrinas o sencillamente mucho estrés durante un periodo prolongado, también pueden hacer que el estrógeno se vuelve dominante aunque sus niveles parecen normales.
Hoy en día, vemos más y más personas sufriendo de sobreestrogenización de una manera u otra. Por lo más que tenemos la genética a nuestro favor, vivimos en un mundo en que estemos expuestas a una variedad de toxinas que alteran nuestras hormonas. Se conocen como disruptores endocrinas, y se encuentran en la comida, la cosmética y los plásticos.
Son químicos sintéticos con estructuras parecidas a la del estrógeno, y por lo tanto pueden entrar en los receptores de estrógeno que tienen nuestras células. Cuando pase esto, los receptores no pueden vincular con estrógenos, entonces nuestro cuerpo empieza a crear más y más estrógenos, ya que percibe que hay muchos receptores vacíos. Pero como los químicos están bloqueando el paso, los estrógenos siguen sin poder vincular con los receptores y se quedan sueltos por la sangre, y el cuerpo sigue creando más.
Estos xenoestrógenos ejercen sobre las células un efecto incluso más fuerte que nuestro estrógeno natural y producen una respuesta alterada. Esto quiere decir que todas las células de nuestro cuerpo que normalmente reciben señales de estrógenos para realizar sus funciones, acaban realizando funciones anormales. Esto afecta gravemente a nuestra salud.
Aparte de los efectos que tiene la sobreestrogenización en nuestra salud reproductiva, afecta a todo el sistema endocrino, los tiroides, la insulina y más. En un ciclo regular, el estrógeno y la progesterona se equilibran entre ellas. Cuando hay muchísimo más estrógeno, podemos notar menstruaciones más dolorosas, más abundantes, dolores y cambios fuertes de humor en la fase premenstrual, dolores de cabeza y musculares, ciclos muy largos o ciclos muy cortos. Un 80 % de mujeres dicen que entre su menstruación y la semana anterior a ella sufren síntomas físicas o psíquicas que interfieren en su vida. Hay muchas que tienen que tomar una pastilla solo para poder estar de pie. A todas nos han dicho que la regla duele y es así la vida, pero solo por ser común no significa que es normal.
Los altos niveles de estrógeno también están responsables en muchos casos para abortos, alergias, ansiedad, bajo libido, cambios de humor, cansancio, depresión, displasia cervical, dolor de cabeza, hinchazón de los pechos, hipoglucemia, infertilidad, insomnio, irritabilidad, menopausia prematura, metabolismo lento, miomas uterinos, osteoporosis, pérdida de pelo, retención de agua, síndrome premenstrual y trastornos autoinmunes.
Y la sobreestrogenización no afecta solamente a las mujeres en épocas reproductivas. Ya sabemos que los bebes en útero son susceptibles tanto a los xenoestrógenos del ambiente como a los niveles hormonales de la madre. Afectan el desarrollo fetal y tienen luego un gran impacto en la salud hormonal de esta persona.
Los niños y las niñas también se ven expuestos y expuestas a esas toxinas y por supuesto influye en su desarrollo. Se está observando que entre las chicas, la pubertad se llega cada vez antes. Cualquiera puede notar que las niñas con doce años hoy en día tienen ya cuerpos mucho más “de mujeres” que niñas con la misma edad hace veinte años. Si miramos más hacia atrás, cincuenta años por ejemplo, notaremos un cambio mucho mayor.
Los chicos, al contrario, están tardando mucho más en desarrollar cuerpos “de hombres”, y hay estudios que muestran una tendencia general hacia niveles de testosterona cada vez más baja. Se supone que este cambio también está relacionado con la sobreestrogenización. Los hombres tienen cada vez menos vello, caras menos cuadradas y tiene más dificultades con la fertilidad. El desarrollo de pechos y en muchos casos grasa en la zona abdominal también está relacionado con la exposición a estrógenos.
Hay estudios desde hace más de treinta años que nos advierten de los peligros de las hormonas sintéticas. Ahora mismos estamos en un momento crítico del mundo, vemos que son necesarios muchos cambios en cómo tratamos al planeta y cómo tratamos a nosotras mismas. ¿Por qué, entonces, no estamos conscientes de este fenómeno que nos está afectando a todas?