Estamos viviendo ahora mismo una situación sin precedentes que nos está afectando a todas y cada una. Nos vemos obligadas a enfrentar constantes desafíos y reinventar cada ámbito de nuestras vidas- lo familiar, lo social, lo laboral, lo íntimo…
Tenemos opciones más limitados de qué podemos hacer con nuestros días, y todas estamos pasando más tiempo en casa. Muchas siguen trabajando y muchas están ocupadas con la maternidad y la crianza, y muchas se encuentran de repente con una oportunidad única para estar con ellas mismas.
No tenemos ningún lado a donde ir, así que por una vez, podemos permitirnos ir hacía dentro.
Siendo mujeres cíclicas, tenemos una oportunidad de viajar hacía nosotras mismas cada ciclo en nuestra menstruación, aunque muchas veces es complicado llevarlo a la práctica. La experiencia que nos ofrece esta circunstancia, de menstruar en confinamiento, es una experiencia de introversión profunda.
En este contexto, tenemos la posibilidad de realmente entregarnos a nosotras mismas. ¿Cuántas soñamos todos los meses con una menstruación sin tener que salir ni ver a nadie, para dedicarnos completamente a descansar y a cuidarnos? Ahora podemos aprovechar para retirarnos a nuestras cuevas, para gozar de la soledad, para apagar el móvil y dedicar el día entero a mimarnos sin sentirnos culpables.
Por ya estar en un estado general de introspección, las reflexiones que podemos tener cuando menstruamos en aislamiento pueden aportar mucho a nuestra relación con nosotras mismas. Podemos mirarnos sin máscaras, sin juzgarnos ni sentir juzgadas. ¿Quién sabe cuándo tendremos otra oportunidad de experimentar una intimidad personal tan intensa?
Tenemos que recordar que estamos en un momento muy vulnerable y la soledad también puede parecer demasiado. Por esto es más importante que nunca cuidarnos, darnos espacio y darnos lo que nos pide el cuerpo. Hay muchas cosas ahora mismo que no podemos controlar, pero debemos hacer lo posible para aprovechar de las circunstancias como podemos. Llegando a la menstruación, cuando naturalmente nuestra energía se vuelve más hacía dentro, podemos verlo como un regalo.
Llegando a la ovulación, en cambio, cuando naturalmente nuestra energía se expande más hacía fuera, podemos tener dificultades en gestionar esta energía sin poder tener contacto con otras personas ni salir a hacer las cosas que normalmente hacemos.
Nos vislumbra muy claramente lo que pasa con nuestra experiencia de nuestros ciclos en la vida cotidiana en el mundo en que vivimos. La mayoría de las mujeres se suelen sentir más cómodas en sus épocas preovulatorias y ovulatorias, porque allí es cuando tenemos más facilidad para ser y actuar como es bien visto por la sociedad. El mundo nos pide que seamos extravertidas, alegres, sociables, agradables, productivas, guapas (guapas sí que somos siempre!), con confianza y energía activa. Pues no somos así en todos momentos, y nos cuesta aceptarlo y disfrutar de otros estados porque llevamos toda la vida recibiendo los mismos mensajes.
Alrededor de nuestra ovulación, cumplimos más con estas expectativas. Si queremos ser igual de sociables e igual de productivas alrededor de nuestra menstruación, es un esfuerzo mucho más grande porque va en contra de nuestra inclinación natural hacía la introspección y el descanso. La mayoría de mujeres intentan mantener los actitudes que la sociedad les pide, que creen que son más ¨positivas¨, y muchas veces por diferentes obligaciones no tienen mucho más remedio que seguir en una rutina. Por esto en las fases premenstruales y menstruales nos solemos criticar y culpar, frustrándonos y sintiéndonos inferiores.
Ahora que la sociedad nos da permiso para no quitar el pijama en todo el día y no tener que salir a mil sitios a hacer mil cosas, podemos por fin conocer y aprender a apreciar nuestros estados más introvertidas y reflexivas. No son mejores ni peores que los otros estados y también merecen nuestra atención y aceptación.